lunes, 12 de septiembre de 2011

EL LICENCIADO QUE QUERÍA SER UN LICENCIADO AUTÉNTICO

Había una vez un licenciado que quería ser un licenciado auténtico, y todos los días se esforzaba en ello. Al principio se alquiló una Enamorada en la que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad.

Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese ciclo o de las huelgas universitarias, hasta que se cansó de esto y guardó a la enamorada en un baúl.

Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a leer a Freud y a Kant (sin entenderlos, claro está) y a vestirse y a desvestirse en retóricas que no venían al caso (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era un licenciado auténtico.

Un día observó que lo que más admiraban de él era su apariencia, especialmente su boina, de manera que se dedicó a lavarla todos los días, con esmero, y luchaba cada vez por tener una boina mejor, y sentía que todos la aplaudían.

Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesto a cualquier cosa para lograr que lo consideraran un licenciado auténtico, se dejaba humillar en colegios, y otros lo ninguneaban por ser mal poeta y él todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buen licenciado, que parecía profesor.


A - gusto Montecórdova

1 comentario:

  1. bah, la muerte me ronda. la muerte es esa gota que cae lenta sobre la cabeza, pero sola.

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